Costa Verde: Para que Lima vuelva a mirar al mar
El Comercio - 22.03.2009
Editorial
A un año de las próximas elecciones municipales, los alcaldes de San Miguel, Magdalena y del Callao se han embarcado de manera entusiasta y positiva en un ambicioso proyecto que más allá de generar votos, permitiría que los limeños volvamos a mirar el mar desde una remodelada Costa Verde.
El viento sopla a favor de esta nueva iniciativa que, a diferencia de otras formuladas en los últimos 30 años, cuenta con el valioso respaldo y aval del Gobierno que ha comprometido recursos económicos (inicialmente 16 millones de soles, previstos en el plan anticrisis), para llegar a la meta largamente postergada de conectar Lima con el Callao a través del corredor costero.
A estas alturas resulta inevitable evocar los múltiples intentos que se han dado en el tiempo para aprovechar las ventajas comparativas que ofrece la Costa Verde, como espacio público y paisajista, en beneficio de la articulación e interconexión vial de la ciudad, la creación de servicios y negocios inmobiliarios. Su puesta en valor, además, significaría colocar a Lima entre las capitales más importantes de la región con un litoral de enormes perspectivas marítimas y turísticas.
Lo importante, para parafrasear al presidente Fernando Belaunde, es que la ciudad no siga dando la espalda al mar. Como se recordará, en 1980 su gobierno autorizó la ampliación de la Costa Verde, tarea que fue encargada al arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca, quien en los años 60 tuvo la visionaria idea de ganar terreno al mar para dar nacimiento al actual circuito de playas de Miraflores, San Isidro y Magdalena.
En el primer gobierno del presidente Alan García se inauguró el tramo de San Miguel, entre las avenidas Brasil y Universitaria, quedando pendiente un conjunto de obras que hoy, casi veinte años después, se concluirá cuando se extiendan las pistas un kilómetro y medio más, entre la bajada Bertolotto y la avenida Escardó. Completa el panorama que, en una segunda etapa, el corredor llegará hasta La Perla y Chucuito, en La Punta.
Indudablemente esto compromete muy seriamente no solo al Gobierno Central, sino a los gobiernos regionales de Lima y del Callao, y a los alcaldes integrantes de la Autoridad Autónoma de la Costa Verde y responsables de la ejecución de este macroproyecto que, de acuerdo con lo informado, involucra la construcción de pistas, ciclovías y espacios recreativos, con canchas para la práctica de diversos deportes, parques y jardines frente al mar.
Sería nefasto que las autoridades incurran en los mismos errores del pasado y se entrampen burocráticamente en la aplicación de planes ya aprobados en el Plan Maestro de la Costa Verde en 1995 y actualizados en la Nueva Visión Urbanística del 2007.
Lo que corresponde más bien es seguir avanzando en la consolidación de alianzas estratégicas entre los sectores público y privado, para trascender a las inversiones cortoplacistas desarrolladas en el litoral y que, salvo honrosas excepciones, han fracasado previsible e irremediablemente, en perjuicio no solo de los capitales involucrados sino sobre todo de los limeños y el desarrollo de nuestra capital.
Hoy no se debe desaprovechar la buena imagen que proyecta el Perú, en el entorno económico mundial y regional, y más bien echar a andar las inversiones que han mostrado interés en colocar sus capitales en proyectos comerciales, inmobiliarios, turísticos y urbanísticos, coordinados con las municipalidades distritales en salvaguarda, claro está, del medio ambiente y el paisaje natural.
Finalmente, el desarrollo que se imprima a la Costa Verde no solo tendrá un impacto político y urbanístico, sino que redundará en la consolidación de Lima como una metrópoli moderna, pensada no solo en función de su transporte y viabilidad, sino como una gran red interconectada para y por sus casi ocho millones de habitantes.
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